sábado, 14 de julio de 2012

No me sé, sin ti.


Quiero verte.

Pasé todo este tiempo buscándome, recordando donde siempre había estado o al menos donde había querido estar; donde yo mismo me había soñado.

Me perdí buscándome en ti cuando ya no estabas, cuando entonces yo tampoco estaba, cuando ya era solo lo que soy ahora un alma vacía encerrada en un cuerpo que solo pide pan y agua para vivir. Ese cuerpo mantiene encerrada un alma que se busca a sí misma a gritos en ecos rotos, que te busca en la lejanía porque encontró en ti todos sus motivos.

Ahora camino con el único motivo de encontrarte a ti y recordar cuales eran esos motivos por los que quería vivir y no solo estar aquí como si respirar del vacío fuera suficiente.

Al final de todo me di cuenta que solo te buscaba porque no me encontraba, porque tú me encontraste sin buscarme y ahora yo no me encuentro sin ti.

Quizás sean demasiadas palabras solo para decir que quiero verte, que te extraño, que no me sé sin ti GCHR.

viernes, 13 de julio de 2012

A ti. (con Adhali Corona)

A ti dejaría mi vida en cada una de mis muertes. Morir en tu cuerpo y rencarnar en tus labios como alma que sacia su sed de vivir, de pecar, de amar.



¿Y si la noche acaba de un suspiro ó acaba sin despedida? ¿Y si los pasos ya no dejan huella? ¿Y si arrancan las alas de un sólo verso? Me preguntaba en desacuerdo con la soledad.


“Eso comenzaba a pensar, pero la noche no acaba al abrir los ojos, solo se detiene a descansar como hacemos todos.” Dijo, agregando:


—Yo aprendí a dejar huellas sin tener que caminar, caminar es una perdida de tiempo cuando una palabra deja huellas imborrables, cuando ves que una palabras te puede desbordar los mares; cuando ves que solo un verso te puede arrancar las alas.— Haciéndole énfasis a su verdad en cada línea.
“Comienza de nuevo, piensa, habla, reacciona.
Los instantes se me van en la fracción de segundo donde dejé los sueños perplejos, estáticos en la memoria.
El poder de una palabra que quedó intacta en los recuerdos.
Como las capas de un cerro cuando el ocaso las rodea, perfectas, como el poder que tienes con cada escritura de tu ser.
Sería muy abstracto que viajáramos en línea recta, y muy vacío e irrealista sabiéndote llena de curvas, llena de tiempo, llena de arena. Tú dueña de cada segundo, dueña de mi vida; verdugo de mi muerte.
Dueña también del cielo tupido de estrellas, donde las noches se posan en cada idea. Viajar, recorrer la línea, el contorno del tiempo donde nos encontramos sumisos, inertes en la realidad que nos asemeja y la imaginación que nos rodea.
Conocer, conocer los lados del mundo donde se guardan secretos de cada camino  que nos encontramos, que habitamos en cada parpadeo.”
El más grande de los secretos susurrados a un par de oídos, escrito en una piel, relatado en todas nuestras hojas en blanco. Secretos tan grandes que se salen de la mirada, el secreto de tener el mundo entre las manos, y que un beso evite que se te salga de los brazos.
Y que la fragancia de los brazos oculten los secretos, nunca seguros los momentos, de nada ni nadie, por que nadie se imagina que son nuestros. 
Tapemos las grietas de la noche, las garras del alma nos rasgan las palabras, el pecho abierto, los sueños despiertos.
Dejemos dentro el pedazo de vida que nos ha tocado.


—A ti dejaría mi vida en cada una de mis muertes. Morir en tu cuerpo y reencarnar en tus labios como alma que sacia su sed de vivir, de pecar, de amar.—Concluyó.

martes, 22 de mayo de 2012

Invierno bajo los párpados.

¡Peter despierta! ¡Es hora de tu porción de comida diaria! Son los gritos que me despiertan a diario, al final de aquella historia, mi historia, mi pesadilla.


Era invierno en el pecho de aquel cielo, frío y sin escrúpulos. De vez en cuando soltaba uno que otro resoplido para derribar algún árbol, provocar un tornado o cualquier otro desastre natural. Sin embargo, no era lo más frío que podía verse en aquella temporada.


Era un lugar muy sombrío y solo desde hace algunas décadas, de hecho, ver pasar autos por el lugar era casi un milagro. Un lugar lleno de pequeñas casas, alejadas cada una a unos 10 quizá 15kilómetros y con vecinos no muy sociables.


Diariamente se veía moverse por los rincones de las aceras una silueta que simplemente recorría esas calles sin motivo ni dirección, con un pasado tan grande que no le cabía en los ojos y llevando una sombra que era lo único <<o así parecía>> que podía mantenerse sobre la nieve, ya qué hasta sus pies se arrastraban bajo ella.


Alguien despeinado de ojos oscuros cual agujero negro, aún con marcas de pubertad en el rostro y 1.60 m. de estatura aproximadamente. Se le veía vestir casi siempre una camisa negra de mangas largas que ocasionalmente cambiaba por otras del mismo estilo, unos pantalones anchos con varios agujeros en las rodillas donde se dejaba ver el pus de sus mal curadas heridas de la infancia, y unos tenis muy desgastados que parecía nunca haberse quitado.


Nadie podía culparle de ser así, y es qué a sus cortos 16 años ya había presenciado la muerte de uno de sus padres a las manos de alguien a quién nunca delató, alguien que no dejo rastro alguno y alguien sobre quien nadie se atrevía a preguntar aunque hubieran pasado ya 6 años de aquel incidente. Desde entonces fue un niño aislado de todos, un chico sin amigos que a duras penas intervenía en clases, pero que con ello era suficiente para saber la increíble genialidad que yacía guardada en aquella cabeza.


Con el pasar de los años los pocos amigos de Peter Emmanuel habían desaparecido, simplemente se esfumaban del mundo así como así.


La soledad le había consumido hasta pieles, amarillentas y desaseadas. A pesar de su gran intelecto mucha gente se negaba a acercarse a él, quizá por su aspecto físico debido a su descuido o simplemente por el que dirán qué siempre importa mucho a la gente de "la sociedad".


¡¡TUM!! ¡¡TUM!! ¡¡TUM!!


"¡PETER DESPIERTA!"


Se escuchaba, en la puerta de la habitación.


"Calmaos amigos míos, nada pasa, duerman." Decía Peter.


Peter abrió la puerta, no había nadie allí.


No estaba seguro de si el mismo estaba allí. Su cabeza daba vueltas <<más de lo normal, si se me permite decir>> pero hizo caso omiso y volvió a la cama.  


La mañana siguiente era soleada, sin embargo el manto helado seguía ahí abrigando con su nieve todo árbol, casa o automóvil que en aquella ciudad se encontrase. Solo una cosa era inusual aquella mañana...


Chillidos y alaridos de aves, cuervos que salían de una gran casa con sus picos y garras llenos de sangre, alguno aún tratando de digerir un último ojo o buscando alguna vísera mal trecha de la que no se hubiesen percatado. Y es que lo que había sucedido era la escena más terrorífica de la historia, una escena sin testigo que pudiesen decir qué pasó.


Los pasillos de aquella casa yacían llenos de sangre, restos de piel y sesos manchaban las paredes, y en la habitación solo quedó la imagen de aquel muchacho acostado con una sonrisa en su rostro y varios dedos tirados bajo la sábana.


Al día siguiente todo volvía a la normalidad, la silueta de Peter Enmanuel Kirchov se movía por aquellas aceras, la gente lo seguía mirando pasar y la historia volvía a comenzar, hasta qué...


¡Peter despierta! ¡Es hora de tu porción de comida diaria! Son los gritos que me despiertan a diario, al final de aquella historia, mi historia, mi pesadilla.

domingo, 20 de mayo de 2012

Ella, yo y el... ¡TILÍN!


                                           Era una conversación normal...




No hay más cacao en este río, pero la batuta sigue escupiendo.


Su saliva se hacía esquiva en el viento, escondiéndose tras las nubes para no ser arrastrada.


Las nubes se quedan sin algodón, la batuta lubrica demasiado.


Se humedeció tanto que sus arrugas se hicieron grietas donde comenzaron a brotar chirridos y gemidos.


Los gemidos despiertan a cualquiera, dejan sin hogar a los hongos subterraneos y sin trineo a los obreros.


Obreros que tienen que caminar con pies desnudo sobre la nieve, haciendo de sus fémures astillas heladas.


Fémures sin sonrisas a las cual enamorar a un ciego, y sin endes donde enterrar a sus pequeños demonios endurecidos.


Cadáveres qué de tanto esperar se hicieron piedra, piedra que no dejaban escapar al alma furtiva de las 4 paredes.


4 paredes que tiene 2 hermanos, hermanos picados por la mitad para ser regalados a retoños huérfanos. 


Retoños que se cansaron de florecer a los ojos de nadie, en las ojeras de una luna que tuvo que trabajar varios eclipses extras.


La luna cansada, los eclipses no la dejan tomarse un capuchino, hecho con los ojos de una sombra ebria.


Aquellos ojos que fueron arrancado por un cuervo que vestía las pieles de madera de un sauce erizado.


Ese cuervo, que colecciona ojos, los guarda en un frasco y les pone nombre, también le da uno cada año a su mamá para hacer la cena navideña.


Su madre ya no sabe que hace con tantos ojos tiene millones de collares, uno más, uno menos, cada vez que le dan ganas de merendar.


Usa los collares que le sobran, para ahorcar cada rosa que pase virgen frente al arroyo.


Collares hechos de sesos de moscas y algunas mariquitas que pasan por su tenebrosa vista.


Mariquitas que en el fondo solo son vaqueros con ángeles colgando.


Ángeles que cayeron de la sombra de una nube, cayeron desde el infierno como estalactita ascendente.


Como una estalactita que no mientes, de esas musicales, que solfean las líneas de la autopista.


Autopista llena de estrofas inconclusas haciendo fila para ser terminadas en la partitura de alguna opera que desgarre tímpanos. 


Alguna opera, alguna. Lo que no sabe la estalactita, es que todas las operas siempre te desgarran algo, lo que sea, hasta una lágrima.


Lágrimas que al ser desgarradas dejar ver petalos muertos en su interior.


Muertos, pero nunca sin alma. Así decía la cuerda de la esquina, la suicida.


Aquella que aunque siempre tenía la última palabra prefería guardarla en sus bolsillos.


Bolsillos con pequeños agujeros, en la frente, en la entre pierna, en la envergadura, pero nunca en el corazón. No tienen.


No tienen permitido sentir, latir, expresarse. Únicamente guardar cosas más vacías que su propio pecho.


¿Vacías? Se entiende bien. Vacío. Así lo define el silencio, como nada. Pero el vacío siempre anda lleno de algo, desbordandose, igual que la nada y el silencio. Pero no hablemos de TODO, o SIEMPRE. Esas sí que andan vacías.


Porque solo son palabras, palabras cuyo significado es tan abstracto que está en cada pared del museo de Louvre.


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HDNAMSDNHASJKFNASJKFAS D:


HDNAMSDNHASJKFNASJKFAS D:. Era lo único que entendía de cada pintura, se entiende bien lo sin sentido, dijo el rinoceronte.


Lo interpretaba con una risa abstracta sin significado o quizá con un significado tan oscuro que nuestro racismo no los deja identificar como humor negro, dijo el Cuervo.


El cuervo sabe de risas abstractas y de humores negros. No conoce a los blancos, ni a lo normales, pobre puberto del mapamundi. 


Tan puberto que dejó de ser cuadrado y se encerró en su posición fetal. Pobre circulo vacío y tan lleno de gente.


Gente, nunca pudo entender de donde salió la gente, pero si sabe donde muere, donde la despluman y cocinan sus organos sexuales para hacer pianos.


Clítoris a cada costado, lo que explicaba ese sonidos tan suave y a la vez grave que se hace al tocar un órgano.


Mientras una cabra toca el organo, una mujer gime al sentir su clitores dar vueltas.


Clítoris que daba vueltas como las manecillas de un reloj en retroceso que la devolvía pasionalemente a su niñez intranquila bajo el cuero del tambor.


Una hormiga ha costruido una choza, allí, bajo el cuero del tambor, tiene 7 hijos y se ha comido 8. 9 de ellos, fetos aún.


Y es que en su cabeza todo era tan incoherente que tenía sentido, al menos uno. Creo que era el del gusto de comer a sus crías antes de siquiera parir.


Más que un gusto, era una tradición familiar, de 9 sobreviven 10, pero solo vive 1, el sobreviviente también muere. Ella tuvo la suerte de no ser sobreviviente, sino ser vida.


Servida allí dentro del tambor, pisoteada por aquellas notas retumbantes que hicieron estallar su cerebro dejando miradas por doquier.


Las miradas son las raices del cerebro, pero no su fruto. Todo el tambor lleno de incoherencias y trasmutaciones, retumbando cada cincel que por ahí danza.


Cincel que sin necesidad de ser martillado quebraba aquel cuero como si fuese el sonido de un violin mal entonado. ¿Sonido u olor? Ya no podían distinguir sus sentidos ya que el hedor de sus axilas le enceguecía.


Axilas voladoras.


Viajando en arpegios hediondos.


Con algunos hongos de adorno.


Muertos en alguna espinilla, colgando de los vellos axilares.


¿Muertos? Más bien desmayados, un edor sobrenatural, un poco más humano.


¿Desmayados? No podían distinguir si estaban en una axila o un trasero, quizá eran los pelos del culo.


Pelos en onda, porque se iban, se iban demasiado.


Se iban y no volvían eran palíndromos sin regreso, boomerangs por la mitad.


Palíndromos eran al verse al espejo.


Espejos que al reflejar tal desgracia se rompían para no dejarlos volver.


Quedaban del otro lado, absorviendo entonces a cualquiera que se reflejase, hasta en un pozo de agua.


Y pronto los astros del universo se quedaron sin reflejos, la tierra se llenó de mares negros.


El señor de las olas lo sabe bien, siempre se queda sin colores, siempre los tiñe del mismo color.


El único color que puede arrancar al arcoíris después de cada lluvia, ya que cuando llueve solo se inspira en dormir.


En dormir, porque los colores cansan. Él los prefiere neutros, sin vida.


Por eso disfruta de las noches donde se hacen perpétuo el negro azulado de si mismo.


La noche, no es más que un botella mal cerrada. Lo sabe.


Con una simple atadura de liga que se desprende a las pocas horas, y esos ilusos le llaman amanecer.


Amaneciendo de puntitas con jorobas de colibríes.


Colibríes que viven camuflajeados en los arbustos ocultándose de los rayos que penetran su morada.


Su morada tiene más ladrillos que color, bien lo sabe el sushi de caparazón.


Ese sushi que dentro de su caparazón tiene un completo fen shui lleno de piedras preciosas y algunas algas.


No hay algas que se comparen con los pies de calamardo.


Solo bob esponja se hubiera dado cuenta de tal cosas, él y sus momentos beliebers.

Dígalo ahí, Selena.

domingo, 13 de mayo de 2012

Tuiteros everywhere.

Sufrí una @metarmorfosls cuando @esamusa @vestidadeviento me @hablóensilencio, me sentí @desdibujado y  plasmé en el @lnverso del  papel una galaxia en forma de @8alrevés, dulce sabor de palabras, todas @misironías.

lunes, 7 de mayo de 2012

Cambio de luces.

Me he interesado rotundamente en los hombres que nunca se han acostado con una puta, es que hay que ver que la gente es bien estúpida. 


Había cambiado a verde, tenía que partir…

          Era un lunes por la mañana como cualquier otro para un ajetreado hombre de negocios. Era él un hombre alto, de cabello negro y anteojos de color negro. 
Tenía esposa y dos hijas adolescentes. Era completamente entregado a su familia y estaba muy feliz de esa manera. Iba más somnoliento que nunca esa mañana. Al llegar a la oficina se postró en su silla a leer sus deberes, un montón de hojas en las que sólo veía un montón de líneas llenas de monotonía. Estaba tan fastidiado que de un manotazo tiró todos los papeles que había en el escritorio, encendió la computadora solo para ver a su familia como siempre ahí, en el protector de pantalla. Se levantó de aquella silla y se inclinó a mirar por su ventana, estaba en un décimo piso, la gente se veía como hormiguitas, los autos pasaban a gran velocidad y él seguía ahí consumido por el trabajo. De pronto una pequeña figura posada al lado del semáforo, (no podía distinguirla bien pero llamaba su atención). Volvió a sentarse en aquella silla a escribir, a imaginar lo que podía ser aquella mujer rubia que se posaba en la calle. La imaginaba entrando a su oficina con aquella mini falda y montándola como potra sobre su escritorio, domándola. «Tengo que volver a los papeles, a los papeles».
Al culminar su trabajo apagó su computadora y ordenó el escritorio, bajó por el ascensor y tomó vía con su carro, cuando de repente se topó con un semáforo. Y ahí estaba parada aquella mujer que hace un rato había visto, de largas piernas, buen trasero y grandes bustos, « muy grandes si se le permite decir». Él la veía con recelo mientras ella mordía sus labios y coqueteaba con todos los que pasaban por el lugar.
Dejó pasar a unos carros y espero que el semáforo volviera a rojo, y cuando al fin estuvo frente a ella, se quedó mirándola desde su auto, su mirada estaba completamente perdida en el cuerpo de esta mujer. Ella se agachó como si fuese a recoger alguna cosa. Su falda se subía mostrando el comienzo de sus grandes nalgas y él no dejaba de mirar hipnotizado. « Eres uno de los más guapos que he visto por aquí, debes coger como ninguno y te aseguro, que yo cojo como ninguna >>. El sueño se rompió por el sonido de las bocinas que le avisaban que hacía rato que el semáforo había cambiado a verde; tenía que partir.


Así no me gusta le dijo, y él se volvió al frente...



         Ella ese día no se sentía lo muy puta como para afeitarse las piernas, así que se las afeitó igual. Tomó su labial rojo sangre y se lo aplicó, primero en el labio inferior  (le gusta comenzar desde abajo) y luego apretó los dos labios regándose el color. Tomó una falda negra que le habían regalado hace tiempo cuando era actriz para un obra de teatro donde interpretaba a una puta (Al parecer se sintió muy cómoda con el papel),  se la puso, no pudo quitarse los ojos de encima, no  creía lo sexy que se veía “Quién podría rechazarme” decía. Quién podría rechazarla.
Cada vez que el color rojo se colocaba, su corazón se aceleraba como quien nunca ha visto a un humano salir de la alcantarilla, se prepara con su mejor cara y prende un cigarro, al lado del semáforo los clientes llegan con más facilidad. Los hombres en los carros no tardaban en ofrecerse, pero a ella ninguno le gustaba, ella quería ser la puta de alguien que nunca ha pensando en acostarse con una, le parece que es como quitar una virginidad o que le están pagando para que se los viole. Los hombres le lanzaban propina a pesar de que no les hiciera nada, el hecho de solo verla, ya los hacía eyacular. Se mete el dinero entre los senos y los calienta, o los asfixia. Nunca hay nada inusual en ese semáforo, no hay hombres que la hagan mujer, miradas que la vuelvan ciega, ni besos que la despierten. Siempre estuvo demasiado cerca, con una distancia de por medio.
En un momento de coqueteo y pequeños dedeos, su instinto la hizo parar y ver hacia atrás, a los carros de allá, los que esperan a que el color cambie un poco más lejos. El hombre a quién veía la hacía humedecer mucho, se veía sano, bueno, entregado a su familia “Perfecto, al fin una familia a quien destruir” pensaba. El semáforo cambió y ningún carro quería avanzar, la puta estaba haciendo un show, de esos que no se pueden hacer. Un carro no hizo caso al semáforo, a pesar de estar en verde, se puso de primero, al lado de ella, apartando su lugar, mirándola. La puta notó que el hombre era el mismo que el de atrás, se mojó, se enrojeció y aprovechó su nerviosismo para lanzar disimuladamente una moneda, ella podría agacharse y mostrarle al hombre porqué es tan rico acostarse con una puta. 
«Eres la mujer más bella que he visto, espero tener la oportunidad de lanzarte en mi capote y hacert…» Así no me gusta le dijo, y él se volvió al frente. 


Había cambiado a verde, tenía que partir: Wilson. 
Así no me gusta le dijo, y él se volvió al frente: Valery.



Quizás sea bueno, o no. Quizá haya sido escrito con un martillo en una servilleta, o no. Pero me encantó escribir contigo Valery Michelle @HabloEnSilencio. Todo placer. 





domingo, 6 de mayo de 2012

Su rostro, mi enigma.

Sus ojos eran mi única compañía aquella noche. A pesar de eso, esa noche parecía más iluminada que cualquier otra.

Aquellos ojos invadían todo mi ser, era una mirada que parecía tan inocente y a la vez era tan penetrante que en el fondo se le notaba un brillante toque de malicia. Ese toque de malicia que hacía combinación perfecta con sus labios, labios tan rosados y perfectos que ella mordía a placer. Verla morder sus labios era toda una tentación.

Pero sin duda alguna lo que más podía enamorar de ella era esa encantadora sonrisa. Una sonrisa que podía hacerte olvidar el mundo y quedarte viviendo en ella.

Es increíble como una mujer puede lograr lo que quiere con solo gestos de su rostro, gestos que pueden dominar a cualquiera...


... Es increíble lo que puede lograr ella.