¡Peter despierta! ¡Es hora de tu porción de comida diaria! Son los gritos que me despiertan a diario, al final de aquella historia, mi historia, mi pesadilla.
Era invierno en el pecho de aquel cielo, frío y sin escrúpulos. De vez en cuando soltaba uno que otro resoplido para derribar algún árbol, provocar un tornado o cualquier otro desastre natural. Sin embargo, no era lo más frío que podía verse en aquella temporada.
Era un lugar muy sombrío y solo desde hace algunas décadas, de hecho, ver pasar autos por el lugar era casi un milagro. Un lugar lleno de pequeñas casas, alejadas cada una a unos 10 quizá 15kilómetros y con vecinos no muy sociables.
Diariamente se veía moverse por los rincones de las aceras una silueta que simplemente recorría esas calles sin motivo ni dirección, con un pasado tan grande que no le cabía en los ojos y llevando una sombra que era lo único <<o así parecía>> que podía mantenerse sobre la nieve, ya qué hasta sus pies se arrastraban bajo ella.
Alguien despeinado de ojos oscuros cual agujero negro, aún con marcas de pubertad en el rostro y 1.60 m. de estatura aproximadamente. Se le veía vestir casi siempre una camisa negra de mangas largas que ocasionalmente cambiaba por otras del mismo estilo, unos pantalones anchos con varios agujeros en las rodillas donde se dejaba ver el pus de sus mal curadas heridas de la infancia, y unos tenis muy desgastados que parecía nunca haberse quitado.
Nadie podía culparle de ser así, y es qué a sus cortos 16 años ya había presenciado la muerte de uno de sus padres a las manos de alguien a quién nunca delató, alguien que no dejo rastro alguno y alguien sobre quien nadie se atrevía a preguntar aunque hubieran pasado ya 6 años de aquel incidente. Desde entonces fue un niño aislado de todos, un chico sin amigos que a duras penas intervenía en clases, pero que con ello era suficiente para saber la increíble genialidad que yacía guardada en aquella cabeza.
Con el pasar de los años los pocos amigos de Peter Emmanuel habían desaparecido, simplemente se esfumaban del mundo así como así.
La soledad le había consumido hasta pieles, amarillentas y desaseadas. A pesar de su gran intelecto mucha gente se negaba a acercarse a él, quizá por su aspecto físico debido a su descuido o simplemente por el que dirán qué siempre importa mucho a la gente de "la sociedad".
¡¡TUM!! ¡¡TUM!! ¡¡TUM!!
"¡PETER DESPIERTA!"
Se escuchaba, en la puerta de la habitación.
"Calmaos amigos míos, nada pasa, duerman." Decía Peter.
Peter abrió la puerta, no había nadie allí.
No estaba seguro de si el mismo estaba allí. Su cabeza daba vueltas <<más de lo normal, si se me permite decir>> pero hizo caso omiso y volvió a la cama.
La mañana siguiente era soleada, sin embargo el manto helado seguía ahí abrigando con su nieve todo árbol, casa o automóvil que en aquella ciudad se encontrase. Solo una cosa era inusual aquella mañana...
Chillidos y alaridos de aves, cuervos que salían de una gran casa con sus picos y garras llenos de sangre, alguno aún tratando de digerir un último ojo o buscando alguna vísera mal trecha de la que no se hubiesen percatado. Y es que lo que había sucedido era la escena más terrorífica de la historia, una escena sin testigo que pudiesen decir qué pasó.
Los pasillos de aquella casa yacían llenos de sangre, restos de piel y sesos manchaban las paredes, y en la habitación solo quedó la imagen de aquel muchacho acostado con una sonrisa en su rostro y varios dedos tirados bajo la sábana.
Al día siguiente todo volvía a la normalidad, la silueta de Peter Enmanuel Kirchov se movía por aquellas aceras, la gente lo seguía mirando pasar y la historia volvía a comenzar, hasta qué...
¡Peter despierta! ¡Es hora de tu porción de comida diaria! Son los gritos que me despiertan a diario, al final de aquella historia, mi historia, mi pesadilla.
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