viernes, 13 de julio de 2012

A ti. (con Adhali Corona)

A ti dejaría mi vida en cada una de mis muertes. Morir en tu cuerpo y rencarnar en tus labios como alma que sacia su sed de vivir, de pecar, de amar.



¿Y si la noche acaba de un suspiro ó acaba sin despedida? ¿Y si los pasos ya no dejan huella? ¿Y si arrancan las alas de un sólo verso? Me preguntaba en desacuerdo con la soledad.


“Eso comenzaba a pensar, pero la noche no acaba al abrir los ojos, solo se detiene a descansar como hacemos todos.” Dijo, agregando:


—Yo aprendí a dejar huellas sin tener que caminar, caminar es una perdida de tiempo cuando una palabra deja huellas imborrables, cuando ves que una palabras te puede desbordar los mares; cuando ves que solo un verso te puede arrancar las alas.— Haciéndole énfasis a su verdad en cada línea.
“Comienza de nuevo, piensa, habla, reacciona.
Los instantes se me van en la fracción de segundo donde dejé los sueños perplejos, estáticos en la memoria.
El poder de una palabra que quedó intacta en los recuerdos.
Como las capas de un cerro cuando el ocaso las rodea, perfectas, como el poder que tienes con cada escritura de tu ser.
Sería muy abstracto que viajáramos en línea recta, y muy vacío e irrealista sabiéndote llena de curvas, llena de tiempo, llena de arena. Tú dueña de cada segundo, dueña de mi vida; verdugo de mi muerte.
Dueña también del cielo tupido de estrellas, donde las noches se posan en cada idea. Viajar, recorrer la línea, el contorno del tiempo donde nos encontramos sumisos, inertes en la realidad que nos asemeja y la imaginación que nos rodea.
Conocer, conocer los lados del mundo donde se guardan secretos de cada camino  que nos encontramos, que habitamos en cada parpadeo.”
El más grande de los secretos susurrados a un par de oídos, escrito en una piel, relatado en todas nuestras hojas en blanco. Secretos tan grandes que se salen de la mirada, el secreto de tener el mundo entre las manos, y que un beso evite que se te salga de los brazos.
Y que la fragancia de los brazos oculten los secretos, nunca seguros los momentos, de nada ni nadie, por que nadie se imagina que son nuestros. 
Tapemos las grietas de la noche, las garras del alma nos rasgan las palabras, el pecho abierto, los sueños despiertos.
Dejemos dentro el pedazo de vida que nos ha tocado.


—A ti dejaría mi vida en cada una de mis muertes. Morir en tu cuerpo y reencarnar en tus labios como alma que sacia su sed de vivir, de pecar, de amar.—Concluyó.

1 comentario:

  1. Todo un placer Amigo.
    Que aquí descansen las ganas de escribir y que en el firmamento diga cuanto gusto al hacerlo junto a ti.

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